NO AL BLOQUEO CONTRA CUBA

miércoles, 11 de enero de 2012

MUERTE NUPCIAL



El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.

Pasar por unos ojos como por un desierto:
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.

Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.

Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, y más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.

Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.

Espiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!

Peron no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.

Estados Unidos: libertad tras las rejas

Estados Unidos: libertad tras las rejas

George Stinney

Por Dalia González Delgado

George Stinney tenía 14 años cuando fue acusado de asesinar a dos niñas blancas. Por supuesto, él era negro. Era 1944 en Carolina del Sur. A pesar de su corta edad, lo sentenciaron a morir en la silla eléctrica, y se convirtió así en la persona más joven ejecutada en Estados Unidos durante el siglo XX. Según cuentan, la policía le ofreció helado a cambio de confesar el doble asesinato. Hasta hoy, su familla continúa creyendo en su inocencia. Esta historia nos puede dar una idea de cómo funciona el sistema de justicia en el país que se proclama el más libre del mundo.

Estados Unidos tiene la mayor población carcelaria del planeta. El dato es, cuando menos, curioso. Ellos van por el mundo juzgando y condenando a los gobiernos que, según ellos, restringen las libertades de sus pueblos. Ellos, mientras tanto, tienen tras las rejas a más de dos millones de ciudadanos, lo cual representa el 25% de la población presa a nivel global. Según la organización independiente The Sentencing Project, uno de cada 135 estadounidenses está encarcelado.

La clase trabajadora es la que más sufre bajo el sistema penitenciario. Los afroamericanos y los latinos representan casi el 60 % de los presos (40 % y 20 %, respectivamente).

Según la profesora de leyes Michelle Alexander, en su libro The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness, “hay más africano-estadunidenses bajo control correccional hoy día -en prisión o cárcel, en libertad condicional- que los que estaban esclavizados en 1850″.

En 1980, el número de personas en prisión o la cárcel era de 503 000. En 1990, esta cifra se había duplicado a más de 1 millón. A mediados de 2002, el número ya se había duplicado a más de 2 millones.

Michelle Schudel, periodista del diario Liberation News, perteneciente al Party for Socialism en Estados Unidos, explica que “la criminalización de una gran parte de la población activa sirve a determinados intereses de clase. El aumento del gasto de las prisiones y los policías fortalece el aparato represivo del Estado capitalista. Esto también se traduce en menos dinero asignado para cubrir las necesidades sociales como la educación, la vivienda y el empleo.”

Ahora bien, conociendo al gobierno estadounidense como lo conocemos, seguramente alegaría que, aunque tiene la mayor cantidad de presos del mundo, tiene también las mejores prisiones, con excelentes condiciones de vida que garantizan sus tan defendidos “derechos humanos”. Pero nada más lejos de la verdad.

A finales de 2011 fue noticia que miles de presos en California se declararon en huelga de hambre, para exigir cambios en las políticas disciplinarias y de alimentación de las cárceles. Ah… y por supuesto, fue noticia en los medios alternativos, pues para los principales medios de comunicación estadounidenses tal protesta nunca existió.

Según el Departamento de Correcciones del Estado, en la huelga participaron 11 mil internos. No obstante, una Coalición en Solidaridad con los Presos en Huelga de Hambre, que conforman principalmente familiares y allegados de los reos, calculó que en el ayuno, al que se sumaron presos de otras localidades, participaron hasta 16 mil detenidos.

Los presos tenían cinco demandas. Una de ellas era que se abandonase la política que obliga a quienes están en régimen de aislamiento a participar en un interrogatorio en el que tienen que incriminarse a sí mismos y a otros compañeros que hayan incumplido las normas para poder salir del aislamiento.

También pedían el fin de los llamados ‘lockdowns’ (encierros de los presos en sus celdas durante un periodo de tiempo prolongado en el que no pueden realizar ninguna de sus actividades diarias habituales) y más privilegios para quienes están en régimen de aislamiento, como que les proporcionen ropa de invierno y comida caliente. ¡Pedían comida caliente! Parece que, después de todo, sus cárceles no son las mejores.

El reconocido periodista David Brooks argumenta que hay una ley para los blancos y otra para los pobres. Por su parte, el veterano columnista Frank Rich, en la revista New York, lo resumió así al describir las acciones judiciales del gobierno de Barack Obama: La seguridad pública durante la presidencia de Obama encerró a 393 000 inmigrantes indocumentados y a cero banqueros en el 2010.

No deja de sorprenderme el dato. ¡Estados Unidos tiene la mayor cantidad de presos del mundo! Además de discriminación racial y malas condiciones carcelarias. Y ese es el país que pretende dar a América Latina y Oriente Medio lecciones sobre derechos humanos.

Estados Unidos: libertad tras las rejas

Estados Unidos: libertad tras las rejas .
Esta historia nos puede dar una idea de cómo funciona el sistema de justicia en el país que se proclama el más libre del mundo.